Hace 2,500 años existía en Elea, colonia griega del sur de Italia, un filósofo llamado Parménides, quien le dio a la humanidad uno de los principios que sentó las bases de la filosofía y de la lógica. Fue un pensamiento, revolucionario en aquel momento, pero que incluso hoy resulta imprescindible para pensar adecuadamente: descubrió el principio de identidad.
Manuel García Morente, en su obra “Lecciones Preliminares de Filosofía”[1], a página 61, describe este principio así: Parménides acaba de descubrir el principio lógico del pensamiento, que formula en estos términos categóricos y estrictos: El ser, es; el no ser, no es. Y todo lo que sea apartarse de eso es correr hacia el error. Este principio que descubre Parménides y que los lógicos actuales llaman “principio de identidad” le sirvió de base para su construcción metafísica.
Los matemáticos definen el principio de identidad como a = a. En lógica se considera prácticamente una tautología, es decir, una verdad redundante. Sin embargo, fue y sigue siendo importante en cualquier construcción del pensamiento.
Lo que es, lo que existe, esa es la verdad. No existen varias verdades.
Pueden existir diversas opiniones, pero verdad, entendida como conformidad entre lo acontecido y aquello que se dice del acontecimiento, solamente puede haber una.
Lo anterior resulta fundamental en nuestro tiempo en que surgen corrientes de pensamiento que niegan la existencia de la verdad. Oímos a diario frases como: “cada quien tiene su verdad y se le debe respetar”, “mi verdad es la siguiente ….”.
En realidad, lo que deberían decir es “cada quien tiene su opinión y se le debe respetar”, “mi opinión es la siguiente ….”.
Por supuesto que existen verdades complejas, con diversas aristas, pero en realidad no significa que cada arista sea una verdad en sí misma, sino una parte de una verdad más compleja.
En Honduras nos hemos acostumbrado a examinar las cosas desde un punto de vista partidario, ideológico o interesado.
Por ejemplo, durante algunas de las marchas de protesta, personas encapuchadas realizan actos vandálicos, robando diversos artículos en negocios.
El gobierno dice que son sectores radicales de la oposición.
La oposición dice que es el gobierno el que infiltra gente para desprestigiarlos.
No puede descartarse tampoco que haya otras personas que sencillamente sean delincuentes que se aprovechan de la confusión y el caos.
Todos repiten la misma historia y nadie investiga. Ni la oposición detiene a los infiltrados ni la policía detiene a los radicales. Nadie hace un estudio serio e independiente del fenómeno.
Con relación a la reelección pasa exactamente lo mismo. Los que se oponen a la reelección dicen que la mayoría no la desea. Reclaman, a su vez mayoría, aquellos que están de acuerdo con la supraindicada reelección.
Nadie convoca a un plebiscito. Por diversas razones, nadie desea arriesgarse a perder. Ese es el problema. Nadie quiere enfrentarse a la realidad. Lo que es, es. O hay una mayoría que desea la reelección o una mayoría que la adversa. Ambas afirmaciones no pueden ser verdad. La solución es consultarle al pueblo y averiguar la verdad.
Veinticinco siglos después nos damos cuenta que esa frase tan sencilla: lo que es, es, aunque parezca redundante, aunque parezca que sobra, nos sigue haciendo mucha falta. Busquemos la verdad.